Me licencié en Psicología en el año 2010, y ese mismo año inicié mi formación en el Máster de Psicología Clínica y de la Salud en el Instituto Superior de Estudios Psicológicos. En paralelo, comencé a colaborar como coterapeuta en una clínica privada de Madrid, lo que me permitió poner en práctica todo lo aprendido desde una perspectiva muy humana y real.

Con el paso del tiempo, fui incorporándome a diferentes equipos profesionales, primero en clínicas privadas de la Comunidad de Madrid, donde terminé coordinando los centros de la zona sur, y más adelante en la Asociación de Enfermedades Neuromusculares de Madrid. Allí desarrollé mi trabajo a través de terapia individual, grupal y la realización de talleres. Durante esos años, también colaboré como voluntaria en la Fundación ANAR, una experiencia que reforzó mi compromiso con la atención emocional desde la infancia.

Esa primera etapa profesional me dio una base sólida, no solo desde lo técnico, sino también desde lo relacional. Pude ver de cerca la importancia de construir una terapia donde el vínculo, la coherencia y la sensibilidad sean tan importantes como el conocimiento.